domingo, 13 de diciembre de 2009

Un muerto encierras



Un muerto encierras
(Ismael Serrano)

Como tantas madrugadas
encerrados en un coche,
en una calle sin luz,
una calle sin nombre,

los dos frente a frente
se miran despacio,
tras dedicarse al amor
y su trabajo.

Secan su sudor,
secan su sudor,
tal como han aprendido,
no han olvidado.

Él piensa
"ya nada es lo de antes,
la vida debe estar
en otra parte"

donde no la divisa
porque ella le ciega
con cárceles de oro,
con amor sin tregua.

Ya nunca volverán,
ya nunca volverán,
ya nunca volverán a hacer nada
por vez primera.

Ataremos bandadas de gorriones
a nuestras muñecas,
huiremos lejos de aquí,
a otro planeta.
Llévame donde no estés,
un muerto encierras.

Él le regala unas manos
llenas de mentiras,
ya no le parece tan bello
el cuerpo que acaricia.

Ayer eclipse de sol
eran sus pupilas,
hoy son lagunas negras
donde el mal se hacina.

Qué pena me da,
qué pena me da,
qué pena me da,
todo se termina.

Ella ya no ama sus vicios,
le busca en los ojos,
pasa un ángel volando
y se encuentra con otro.

Ayer sus dos brazos
eran fuertes ramas
donde guarecerse,
hoy son cuerdas que atan.

Qué pena me da,
qué pena me da,
qué pena me da,
todo se acaba.

Ataremos bandadas de gorriones
a nuestras muñecas,
huiremos lejos de aquí,
a otro planeta.
Llévame donde no estés,
un muerto encierras.

Él decide por fin
vomitar las ideas,
ella lo sabe y
tranquilamente lo espera.

Sin calma planea
su fuga este preso,
ella no lo mira,
no aguanta su aliento.

Ya llegó el final,
y van a encontrar
en su corazón
arena de desierto.

Perdida la calma,
se pone muy serio,
cunde el pánico y le invade
un horrible miedo.

Su boca cobarde pronuncia:
"Te quiero.
No te vayas nunca,
no te vayas lejos"

Y ella echa a temblar,
ella echa a temblar,
ella echa a temblar:
"Yo también te quiero".

Ataremos bandadas de gorriones
a nuestras muñecas,
huiremos lejos de aquí,
a otro planeta.
Llévame donde no estés,
un muerto encierras.

Como el principito hemos soñado huir de nuestro planeta, atando bandadas de pájaros a nuestras manos, en busca de otro lugar en el que empezar un nuevo viaje. Pero cuando la mentira se convierte en cotidiano y el miedo a soledad nos inmoviliza decidimos cortar las cuerdas que nos atan a aquellas bandadas, y entonces caemos sin remedio a nuestra rutina de abrazos, citas y peleas. A lo lejos divisamos otros paisajes, intuimos que la vida esta allí, que el hecho de estar vivo siempre exige algo, que quizás... Pero como tantas veces nos ponemos a salvo, arrastramos nuestra cadena de sueños y somos el fantasma de siempre, con una sonrisa de látex pegada con imperdible al rostro. Solo por esta vez dime una verdad, que ya mentimos a diario.

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