miércoles, 21 de julio de 2010

Juan Salvador Gaviota - Richard Bach


Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo.
Chapoteaba un pesquero a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreos.
Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, está practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico, y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil posición requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue más que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... sólo... centímetro... más...
Encrespáronse sus plumas, se atascó y cayó.

domingo, 11 de julio de 2010

Queen - It's a hard life


"It's a long hard fight
But I'll always live for tomorrow
I'll look back on myself and say I did it for love"

miércoles, 7 de julio de 2010

La chica más guapa de la ciudad - Charles Bukowski

Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decía que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una maquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía. 

sábado, 3 de julio de 2010

El Bosque Pulenta - Fabián Casas

 El Bosque Pulenta

Se trata de dos chicos que salen a la vez por las puertas traseras del mismo taxi y, por miles de motivos, no se vuelven a ver más. Uno de ellos soy yo, el que cuenta la historia. El Otro es Máximo Disfrute, mi primer amigo, maestro, instructor, como se le quiera llamar.

Mi mamá y su mamá trabajaban en la misma fábrica de ropa interior femenina. Lo primero que recuerdo es que estamos debajo de algo. Puede ser la mesa inmensa del dormitorio de mis viejos. Ahí jugábamos. Durante toda mi infancia Máximo venía a mi casa para que jugáramos. Como su mamá era muy pobre y vivía saltando, como una abeja, de hotel en hotel, yo nunca iba a su casa a jugar. Una vez, cuando Máximo era bebé, y su mamá alquilaba una pieza donde no querían madres solteras, se tuvo que acostumbrar a dormir en un cajón, escondido debajo de la cama, por si la dueña del lugar irrumpía de golpe en el cuarto y los echaba a patadas. Esa incertidumbre constante, ese peregrinar de pieza en pieza, aceleró la imaginación de Máximo y lo convirtió a temprana edad en un adulto. ¿Qué es un adulto? Alguien que comprende que la vida es un infierno y que no hay ninguna posibilidad de buen final. Máximo, según mi parecer, venía rumiando este conocimiento desde que estaba debajo de la cama, en la oscuridad.