domingo, 15 de noviembre de 2009

Alejandro Dolina




De: Crónicas del Ángel Gris


HISTORIA DEL QUE PADECIA LOS DOS MALES.

En la calle Caracas vivía un hombre que amaba a una rubia. Pero ella lo despreciaba enteramente. Unas cuadras mas abajo dos morochas se morían por el hombre y se le ofrecían ante su puerta. El las rechazaba honestamente. El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar.

El hombre de la calle Caracas padeció ambas desgracias al mismo tiempo y murio una mañana ante el llanto de las morochas y la indiferencia de la rubia.



CARLOS Y AMELIA:

El primer corazón lo encontró pintado en la pared del frente de su casa. En su interior, entre firuletes, se leía "Carlos y Amelia". Aunque se llamaba Carlos no se dio por aludido, pues no conocía ninguna Amelia. El segundo lo impresiono un poco mas. Estaba dibujado a dedo limpio en la vidriera del bar "Tío Fritz." Al tercer corazón comprendió que el asunto lo concernía. Se le apareció de repente al despegar del ropero una foto de Laura Hidalgo. Después empezó a encontrar corazones por todas partes: en el baño de la cancha de Vélez, detrás del almanaque de una tintorería, en un cuaderno viejo y en un árbol de la plaza a una altura impracticable para cualquier enamorado.

No le costo nada sospechar algo prodigioso. Ninguno de sus amigos tenia ingenio ni tesón para una broma semejante. El último corazón se presento en un barrilete que acababa de arriar y que carecía de toda inscripción al ser remontado. Lo habían dibujado en el cielo.

Días más tarde, Carlos conoció a Amelia. Era hermosa pero triste y fría. Ahorraremos trámites literarios si decimos que se enamoro de ella. Averiguo donde vivía, fingió encuentros casuales, trato de interesarla de cien diferentes maneras. Finalmente le confeso su amor, suplico, se humillo, pero la mujer no le presto atención. No debe haber existido jamás un rechazo tan inapelable como aquel.

Después ya no aparecieron nuevos corazones. Carlos no vio a Amelia nunca más, pero por su culpa envejeció sin amores. Un día supo por una bruja que el Angel Gris prepara estos sucesos para que algunos privilegiados vivan la rara experiencia del amor imposible. Y una tarde, paseando frente a la casa abandonada de la mujer terca, descubrió la borrosa sombra de un corazón pintado bajo la ventana. Entre firuletes se leía "Amelia y Ernesto."




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